January 29, 2018
Nombre del playlist: Casas el orto ✍
Ya habrá seguramente otro en este mundo desquiciado quieriendo hacer un ensayito del argentino Fabián Casas, a partir de los propios ensayitos del escritor o alguno de sus libros, descubiertos o redescubiertos con fervor en el último lustro por entendidos e iniciados. De todas maneras aquí va otro intento.
Leer o releer a Casas es a menudo encontrarse con historias de amor y fracaso, siempre con una cuota de ironía y humor, quizá propias de la idiosincrasia argentina. Sus poemas son miniaturas de sus ficciones, mientras que sus ensayos son relatos encubiertos. Casas no es, digamos, mesita de noche de nadie, aunque entretenga. Su prosa es peligrosa, como en toda buena literatura. Por eso personajes como La Giganta, que aparece en su novela Titanes del coco (2015), al comienzo provoca risa y pavor, pero al rato nos intriga y entusiasma.
"Te dicen La Giganta por el poema de Baudelaire", le dice La Porota, otro de los varios personajes de la novela, todos atrapados en la redacción de un diario. Un diario lleno de tramas y calumnias, cómo no. "No sé quién es Baudelaire", responde La Giganta. Y parece que leemos un gag, una viñeta de fin de semana. Casas, como en sus Ensayos bonsai (2007), cubre las anécdotas con imaginación, sin querer hacerse el ingenioso te saca un sonrisa, pero también te lleva con un par de líneas a lo más oscuro de un túnel.
"Como, cago, duermo; soy una biología que no tiene rumbo", anota el personaje de Ocio (2000), acaso la novela más celebrada de Casas, que expone la intimidad de una familia fracturada. A falta de objetivos y "hundido en el ocio", el protagonista se vuelca a la literatura. Come y caga. Duerme. En Ocio los silencios de Casas alcanzan una tensión difícil de asimilar, el ritmo del relato nos acerca a la poesía, porque después de todo Casas es un poeta que expande su campo de acción, que tiene textos capaces de encajar en diferentes géneros. Por eso los simples lectores del hombre de Boedo debemos buscar respuestas (o incógnitas) en varios de sus escritos. Hacer un mix de sus textos, como si se tratara de un playlist. Al menos eso intento hacer yo. Es que el argentino, como un buen playlist, tiene de lo que le pidas. Tengo un par de pruebas:
Una día salí del metro y me encontré con la Alameda repleta de fans del Papa. Al rato pasó el mismísimo y siniestro Papa, en el Papamóvil. Esa misma noche, en un ensayo de Casas, leí sobre El Papa: "No le pidamos peras al olmo. El Papa no puede aprobar el aborto porque es el gerente de contenidos de la Iglesia Católica y labura de eso".
Otro día estaba cerca del mar, se me ocurrió llevar Tuca, poemario inaugural de Casas publicado en 1990, un librito que entra en un bolsillo pero tiene ínfulas de clásico. Ahí estaban estos versos:
Aquí en la playa
las cosas parecen adquirir una letanía.
Escucho una canción
de alguna radio hundida en la arena.
En el horizonte hay un barco detenido.
El olor a bronceador,
las moscas
y el ruido de botellas vacías
conforman el peso
de nuestra presencia en la costa.
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